Los monocultivos: el caso de la piña

Tuesday, 16 September, 2008 - 00:00

El Dr. Freddy Pacheco, Catedrático de la UNA, nos ha hecho llegar el artículo titulado "Los monocultivos: el caso de la piña" donde aborda la problemática del cultivo de la piña y sus consecuencias negativas en los suelos; así como hace un llamado para un tratamiento técnico responsable que no afecte al ser humano y su ambiente.

Aca un extracto del mismo:
"El cultivo de la piña tiende a agotar los nutrientes del suelo, al tiempo que requiere gigantescas cantidades de fertilizantes y pesticidas, pero es tal su éxito comercial en los mercados de las metrópolis, que su acelerado desarrollo ha sobrepasado cualquier estrategia de protección ambiental … Las más de 40.000 hectáreas sembradas de piña amenazan con extenderse hasta cifras insospechables. Las transnacionales dominantes del mercado se resisten a los controles ambientales y las autoridades nacionales no cuentan con los instrumentos idóneos para cumplir con el mandato constitucional en pro del ambiente sano y el equilibrio ecológico."

Puede revisar el artículo completo en el detalle de la infonota.
LOS MONOCULTIVOS: EL CASO DE LA PIÑA

Por: Freddy Pacheco


Catedrático UNA



12 de setiembre 2008

La historia de las colonias americanas y caribeñas discurre de la mano de los monocultivos. Gran parte de los bosques fueron sustituidos hasta en un 100% para hacerle campo a las siembras de caña, cacao, banano, tabaco, obteniéndose como resultado esperable pero desdeñado, la esterilidad de los suelos.


Asimismo, no estuvieron ausentes (aunque también esperables) las plagas agrícolas que aceleraron los procesos de destrucción social y económica, parientes de la desnutrición, la emigración y otras catástrofes todavía presentes.



A partir de un inadecuado modelo de desarrollo, acorde a las necesidades propias del régimen colonial, el uso de suelo jamás tuvo en consideración las necesidades de las poblaciones colonizadas. Para los esclavistas (¡muchos de ellos!) las poblaciones no tenían más importancia que la que les deba su fuerza productiva, fuera ésta aborigen o traída desde ultramar. Lo importante era producir riqueza para el centro de poder colonial; lo demás, lo humano, lo ambiental, eran factores que podrían afectar sus ganancias.




Bajo ese esquema se desarrolló luego la ganadería extensiva, que en mucho tuvo carácter de crimen contra la naturaleza. Biodiversidad arrasada, suelos erosionados, aguas contaminadas, enfermedades tropicales, ecosistemas transmutados a desiertos fue, en muchos casos, el resultado final. Y las páginas de la historia de Costa Rica no fueron ajenas a esa realidad.

Hoy, cuando es irracional no reconocer la existencia de una ruta hacia el conflicto socio ambiental inherente a la producción extensiva de piña desde países subdesarrollados hacia el Norte, sentimos que es necesario, y quizá urgente, acoger la tarea de prevenir en Costa Rica un impacto de impredecibles consecuencias. El cultivo de la piña tiende a agotar los nutrientes del suelo, al tiempo que requiere gigantescas cantidades de fertilizantes y pesticidas, pero es tal su éxito comercial en los mercados de las metrópolis, que su acelerado desarrollo ha sobrepasado cualquier estrategia de protección ambiental. La contaminación química ha tenido que ser considerada en el camino, no se tienen claras las consecuencias sobre los ecosistemas silvestres, los desechos no son tratados adecuadamente y las evaluaciones de impacto ambiental son apenas parte del aprendizaje. Las más de 40.000 hectáreas sembradas de piña amenazan con extenderse hasta cifras insospechables. Las transnacionales dominantes del mercado se resisten a los controles ambientales y las autoridades nacionales no cuentan con los instrumentos idóneos para cumplir con el mandato constitucional en pro del ambiente sano y el equilibrio ecológico. Es como una regresión a los tiempos del colonialismo europeo de no muy grata memoria.



Ante ello, abogamos por un tratamiento técnico, objetivo, con base científica, que tome en cuenta la relación del ser humano con su ambiente, más allá de la sumisión neocolonialista. La situación especial del siglo XIX quedó atrás con sus pequeñas poblaciones y grandes áreas a colonizar. Hoy, cuando más bien urgimos de un desarrollo sostenible, que garantice a las futuras generaciones la disponibilidad de recursos en los cuales sustentar su progreso, no es posible disimular la tendencia destructiva que nos amenaza.




Por su magnitud e intensidad, los efectos sobre el ambiente representan mucho más que los inherentes a la erosión y la fertilidad agotada. Es tal la extensión de las áreas afectadas por la urbanización descontrolada, la deforestación devastadora, y los monocultivos representados en la agricultura de la piña, que no habrá tiempo ni de cuantificar la pérdida de la biodiversidad. La fragilidad de los ecosistemas se profundiza haciéndoles más vulnerables a los impactos.



El diagnóstico para Costa Rica está muy avanzado; la medicina habrá que determinarla a partir de un alto en el camino que no ha de hacerse esperar. Medicina que tendrá que ver con la determinación de pautas gubernamentales obligatorias, independientemente de las molestias que expresarán los dueños del lucrativo negocio que, paradójicamente, a mediano plazo traerá mayor pobreza a los habitantes de este pequeño territorio.

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