¿El bosque nos impide ver el agua?

Miércoles, 20 Marzo, 2013 - 11:59

Preparando mi celebración personal del día mundial del agua (el 22 de marzo) dediqué una tarde lluviosa a revisar algunas publicaciones recientes sobre el agua en nuestro continente. Una en especial me llamó la atención, sobre la vulnerabilidad de los ecosistemas de agua dulce en la Amazonía. Como habitante de los Andes, siempre me preocupa la situación del agua en la Amazonía ya que por nuestra posición geográfica en la montaña, somos corresponsables por el ambiente acuático de las tierras bajas.

El artículo en cuestión nos pinta un escenario poco promisorio. Demuestra claramente cómo la deforestación, la polución, el cambio climático y las obras de infraestructura han impactado la integridad de prácticamente todos los ríos amazónicos. El artículo pone especial énfasis en la biodiversidad de agua dulce, la cual es altamente vulnerable pero muy importante para la seguridad alimentaria y para la economía local de las comunidades ribereñas. Pensemos por ejemplo en los peces grandes: por su carácter migratorio, están muy afectados por la cantidad de barreras que se construyen para la generación eléctrica y así poblaciones enteras pierden su fuente principal de proteína.

Los autores mencionan, y con razón, que ha habido mucha más atención para la biodiversidad terrestre que para la biodiversidad de agua dulce. Y es verdad; no tenemos estimaciones precisas del número de especies de peces en la Amazonía (varían entre 2500 y 5000 especies; es decir, hay más que en todo el océano atlántico) y no es normal que en cada expedición se encuentren nuevas especies. Además, según los autores los esfuerzos de conservación están dirigidos a ecosistemas terrestres y no se toma suficientemente en cuenta la conservación de agua dulce. Hay pocas áreas protegidas declaradas por el hecho de conservar especies emblemáticas de agua dulce o ser corredores de conservación acuáticos. O sea, el bosque nos impide ver el agua.

No obstante, me gustaría retar el mensaje de que la conservación "terrestre" no contempla lo "acuático". De un lado, la conservación integral de áreas protegidas no separa el componente terrestre del componente acuático (el hecho de que en la práctica el manejo no siempre ha sido efectivo para todos los componentes, es otro asunto). Además, por lo menos en los Andes, una de las principales justificaciones para la gran mayoría de actividades de conservación en áreas naturales es su capacidad de regulación hídrica. Finalmente, definitivamente han aumentado los esfuerzos de conservación dirigidos al agua dulce. La declaración del sitio Ramsar boliviano "Llanos de Moxos" de 7 millones hectáreas, crea el humedal conservado más grande del mundo, en un área amazónica con mucha influencia andina. O sea, en cuanto a manejo del agua y su biodiversidad, entre andinos y amazónicos no solamente somos corresponsables, pero también somos colaboradores.

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