Época de lluvias en Bolivia: ¿Lo mismo como siempre?

Martes, 25 Febrero, 2014 - 12:10

Foto utilizada de Klimablog: La plaza de Rurrenabaque con la Alcaldía sin agua (izq.) y bajo agua (dcha.)

Por Dirk Hoffmann 

Una vez más en febrero de este año buena parte de las tierras bajas de Bolivia se encuentran bajo agua, ciudades y campos inundados por las lluvias y los desbordes de los grandes ríos amazónicos. Cada día aumenta el número de los damnificados y las personas muertas.

Frente a este panorama se escucha con frecuencia la pregunta, ¿si se trata de la misma historia de cada año? o ¿nos encontramos ya frente a los impactos del calentamiento global y del cambio climático? – La respuesta tiene diferentes facetas y es contradictoria, como mostraremos en este artículo.

Así ha comentado la prensa las recientes fuertes inundaciones:

“Miles de hogares han sido inundados en todo el país....miles de familias han sido evacuadas... Lo que no hemos escuchado todavía (del gobierno) – y lo que muy probablemente no escucharemos, por lo menos durante un buen tiempo – es lo que vendrá después de las bolsas de arena y los botes del rescate.

La verdad es, cambio climático – y los extremos climáticos que conlleva cada vez con más frecuencia – ha llegado, ahora, y demandará un par de decisiones muy duras de nosotros para enfrentarlo de manera efectiva”, se comenta.

“Cuando las aguas de las inundaciones finalmente habrán retrocedidos, se tendrá que tomar decisiones de largo alcance con el fin de construir resiliencia al cambio climático. Y estas deberán ser decisiones que gobiernos futuros también puedan apoyar”, observa otro comentarista.

A modo de aclaración: Lo arriba citado viene de la prensa inglesa, y los comentarios y consideraciones se refieren a las inundaciones que está sufriendo una buena parte del sur de Inglaterra. - Las similitudes con lo que está pasando en Bolivia son impresionantes.

A diferencia con Bolivia, sin embargo, en Inglaterra se observa una rabia contra el gobierno por no haber realizado las tareas de prevención que correspondían, como ser el aumento de diques o el dragado de ríos.

En Bolivia, los medios de comunicación transmiten las imágenes felices de Evo y Álvaro cargando sacos da arroz para los damnificados y prometiendo casas nuevas.

Hasta la fecha y según datos oficiales, hay más de 55.000 mil familias afectadas, 57 personas muertas, decenas de miles de vacas ahogadas y miles de hectáreas de cultivos destruidos en todo el país.

¿Quién tiene la culpa?

Frente a las inundaciones en buenas partes del norte del país, sale la pregunta si lo que estamos viendo ¿es lo mismo que cada año? - La respuesta es un claro “si y no”. Veremos como se explica esta aparente contradicción:

La respuesta es “si”, porque por una parte, lluvias fuertes durante la época de lluvias son un fenómeno natural que año tras año “sorprende” a buena parte de la población boliviana y sus gobernantes en los meses de enero y febrero. Y año tras año son los mismos lugares que se inundan, a veces más, a veces menos: Rurrenabaque...Guanay...Caranavi...San Borja...Riberalta...Trinidad...las planicies del Beni...

“Lo sorprendente no está en la fuerza y persistencia de las lluvias, el barro y los desastres caseros y naturales, sino en que, cada año, invariablemente, ellas nos causan una sorpresa renovada”, comenta María José Rodríguez en  Miradas de Página Siete. “Sufrimos de una suerte de amnesia de la época seca; algo así como la necesidad de olvidar los traumas causados por las lluvias fingiendo que son simplemente eventuales; limitándolas –en nuestra mente- a una excepción, un mal rato que debe ser olvidado para seguir adelante”.

Esta explicación psicológica es muy interesante, porque nos enseña el mecanismo mayor que funciona con la mayoría de la población en relación al cambio climático: En lo profundo de nuestro ser sabemos que lo que nos dicen los científicos debe ser cierto, que el cambio climático es resultado de las actividades humanas, pero admitirlos significaría admitir también que somos parte del problema con nuestros comportamientos y lo que tendríamos que hacer es un cambio de casi 180 grados en la dirección de nuestras vidas, un cambio que nos parece casi imposible a nivel personal y frente a la sociedad de la cual formamos parte. Así que preferimos pretender que el problema talvez al final no sea tan grave, se solucione de alguna forma inesperada.

Por otra parte, la respuesta es “no”, porque ahora ya vivimos en un mundo de cambio climático, donde el clima ya no es como antes. La temperatura global ha aumentado en 0,8 °C a nivel global - y con esto mucho más encima de las grandes masas terrestres. La humedad contenida en la atmósfera es un 7% mayor comparado con la era pre-industrial. El sistema climático es altamente interconectado, por lo que cambios en una parte, aunque sean relativamente pequeños, pueden tener impactos relativamente más grandes en otro lugar del sistema. En consecuencia, tenemos que constatar que ahora todo fenómeno climático contiene un elemento de cambio climático.

“Y hoy seguramente algunas potencias tienen responsabilidad no sólo con Bolivia sino con la comunidad internacional pues (deben) dar su parte porque son responsables de esos desastres naturales que está viviendo el mundo entero no sólo Bolivia”, dijo Evo Morales a fines de enero, atribuyendo los desastres vividos en el país al cambio climático y las emisiones de las potencias del norte.

Comenta Machi Mirón al respecto: “Parece que el Gobierno del “cambio” no cree mucho en la máxima “más vale prevenir que curar”, no sólo porque lo que se gastó en ayuda a los damnificados podía haberse invertido en construcción de canales de drenaje y muros defensivos”.

En la misma línea van los comentarios de Teresa Flores Bedregal en su artículo “Cambio climático, inundaciones, improvisaciones y negligencia” (adjunto en pdf): “No solamente las potencias contaminan, son negligentes y no asumen su responsabilidad, sino que en el país hacemos lo mismo. Lo que está ocurriendo es producto de nuestra negligencia porque en vez de invertir en prevenir los impactos del cambio climático, disminuir nuestras emisiones y controlar la contaminación, se hace todo lo contrario”.

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Personal de la Dirección Especial de Gestión Integral de Riesgos (DEGIR) de la Alcaldía de La Paz observando el Río Achumani en La Paz

La Paz, enfrentando el cambio climático

El 19 de febrero de 2002 se formó una densa nube negra sobre el centro de La Paz que al poco rato dejó caer una fuerte y prolongada granizada. Conjuntamente con la basura acumulada en los canales de desague, el granizo rápidamente los tapó, con la consecuencia que varias de las calles y avenidas del centro paceño en pocos minutos se convirtieron en verdaderos río. Las cámaras de televisión captaron las imágenes de varias personas arrastradas por las fuertes corrientes. Decenas de personas perdieron la vida en este incidente y la Paz quedó en un estado de shock.

No solamente quedó grabada en la población paceña el miedo de las precipitaciones fuertes desde ese entonces. El triste evento del 19 de febrero sirvió a la movilización del gobierno municipal. En los años siguientes se construyó un centro de atención a emergencias y se elaboró un mapa de riesgos de toda el área municipal. En el año 2009, con el apoyo de Alemania, la ciudad de Bonn y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) se logró instalar un Sistema de Alerta Temprana (SAT).

La prueba de fuego para el SAT llegó en 2011 cuando se deslizó toda la vertiente de la montaña en el barrio de Kupini y se perdieron 500 casas. Parecía casi por milagro que no murió nadie en este “megadeslizamiento”. Pero más que milagro ha sido prevención. La Alcaldía de La Paz había estado monitoreando las grietas y primeros movimientos de tierra y logró evacuar a tiempo a todos los habitantes.

El Sistema de Alerta Temprana de la comuna ahora cuenta con 36 puntos de monitoreo, estaciones meteorológicas y un moderno sistema de radar, todo funcionando bajo la coordinación de la Dirección Especial de Gestión Integral de Riesgos (DEGIR). En una ciudad de montaña, con fuertes pendientes y precipitaciones locales a veces extremadamente fuertes, la prevención de riesgos no es una tarea fácil. Cómo señaló Mauricio Claros, responsable del Centro de Operaciones de Emergencia de la DEGIR, mucho depende de la cooperación con otras instituciones y de la propia ciudadanía. Mantener los ríos y canales libres de basura y respetar las instrucciones del personal de la DEGIR en caso de emergencias, son dos de los elementos sin los cuales ningún sistema de alerta temprana puede funcionar a cabalidad. Queda mucho camino por recorrer todavía hasta contar con una ciudad resiliente al cambio climático.

Y en el resto del país, ¿que hacer frente a  las inundaciones cada vez más frecuentes y más severas? Por una parte, es de suma importancia frenar la deforestación en las cuencas altas, porque estos chaqueos llevan a una mayor escorrentía y al mismo tiempo incrementan la erosión. La arena se acumula en los lechos de los ríos y disminuye su perfil una vez el agua llega a la llanura amazónica, aumentando así el peligro de desbordes e inundaciones.

También sería importante construir defensivos y diques en lugares estratégicos. Pero, ¿que hacer con lugares como Rurrenabaque, Guanay o Guayaramerín, construidos al borde de los grandes ríos amazónicos? ¿De qué altura tendrían que ser los diques que verdaderamente protejan a estos lugares? ¿Tendríamos que analizar ya de manera seria la posibilidad de tener que relocalizar parcialmente al centro de Rurrenabaque a lugares más altos y más alejados del río?

Artículo publicado en Klimablog

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Dirk, Hoffmann

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Hoffmann, Dirk

Dirk Hoffmann está vinculado al movimiento ambientalista por más de 25 años, entre otras ha trabajado como coordinador en el Klimaforum ´95, el centro de coordinación internacional de las ONGs hacia la COP-1 de la Convención Climática en Berlín en 1995. Tiene un primer título universitario mag. art. en Estudios Latinoamericanos de la Universidad Libre de Berlín y un MSc en Protección del Medio Ambiente de la Universidad Humboldt de Berlín. Entre 2005 y 2008 ha trabajado con la cooperación alemana en el Servicio Nacional de Áreas Protegidas (SERNAP) de Bolivia y entre 2009 y 2011 se empeño de responsable del Programa de Investigación de Cambio Climático en el Instituto de Ecología de la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA) en La Paz. Actualmente, es director del Instituto Boliviano de la Montaña – BMI, una fundación sin fines de lucro con sede en La Paz.

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