Un nuevo gobierno en el Perú: ¿viento fresco o tormenta destructiva?
El domingo pasado fueron las elecciones presidenciales en el Perú y el resultado es tan reñido, que todavía no sabemos quien es el ganador. Aunque son dos candidatos de doctrinas, supuestamente, opuestas, los dos prometen que "habrá cambio". Es que la promesa de cambio es ingrediente fijo de toda campaña presidencial en nuestros países. Tiene lógica: en países que están en vía de desarrollo, por defecto la situación no es perfecta y por esto, una persona que quiere ser líder siempre va a decir que "conmigo, todo será mejor que ahora". Y la gente, feliz que alguien le promete algo mejor, le cree y espera un viento fresco.
En nuestros países, la expresión práctica "borrón y cuenta nueva" es más popular que la bíblica "examinadlo todo y retened lo bueno". Lo que pasa es que más allá de la promesa del cambio, el nuevo gobierno empieza echándole la culpa de todo lo malo al gobierno anterior, para reclamar todo lo bueno. Y por esto, echa abajo los frágiles logros del pasado (que de hecho siempre hay) para empezar de cero. O sea, este viento fresco normalmente tumba toda la casa de naipes del gobierno saliente.
Sin embargo, estas ganas de cambio es uno de los mayores problemas del desarrollo. Porque en cada país, en cada provincia, en cada pueblo siempre hay procesos positivos. Estos procesos son llevados adelante por un sinnúmero de funcionarios en las instituciones, que trabaja con criterio técnico más que con doctrina política. Como nuevo gobernante, hay que identificar estos procesos positivos y fortalecerlos aunque fueron gestionados por su adversario político. Pero pocos lo hacen. Es más: al dar de baja a las iniciativas y proyectos del gobierno anterior, también empieza un efecto dominó de personal y caen las cabezas desde el/la ministro/a hasta toda persona con algún poder de decisión. Por esto, se pierde memoria institucional, red de contactos, y experiencia de manejo temático. Así, el viento fresco se convierte en una tormenta destructiva.
Especialmente en procesos ambientales, que por su naturaleza compleja duran más que un ciclo democrático, es clave analizar continuamente lo bueno, construir sobre ello y renovar los aspectos que no funcionan. Por esto, y aunque me considero progresista, me pongo nervioso cuando escucho campañas llenas de expresiones como "cambio radical", "gente nueva" y "un futuro diferente". Ya sé que estas promesas normalmente terminan en detener todos los procesos (buenos y malos), despedidas masivas y un largo periodo de inactividad mientras que el nuevo equipo entienda que quiere y puede hacer.
Espero que el nuevo gobierno peruano entienda que existe una casita de naipes en el tema ambiental, construida durante los últimos años: hay una nueva ley Forestal y leyes de Consulta Previa y de retribución para Servicios Ecosistémicos, se estableció el Programa Nacional para la Conservación de Bosques, hay más fondos para proyectos forestales y gracias a la CoP20, Perú está en primer plano en el tema de cambio climático. Claro que a esta casa es muy débil y le falta mucha estructura: hay enormes retos en temas como la minería, infraestructura y control forestal. Pero seguir con las buenas iniciativas y atender los retos es de interés de todo el pueblo peruano, e inclusive de todo el continente. Así que esperamos que el cambio de gobierno en el Perú signifique un cambio positivo en la política para atender los grandes retos ambientales pero a la vez, que se respeten los pequeños pasos positivos hechos en años anteriores por gente experimentada y visionaria. Que sea un viento fresco que quite polvo y telarañas de la casa de naipes, y que aproveche la oportunidad de construir algo más firme.
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