El Pago por Servicios Ecosistémicos puede ser muy sencillo

Monday, 28 October, 2013 - 15:01

Por Robert Hofstede

Desde hace dos décadas en la gestión ambiental se ha incluido el concepto de pago por servicios ecosistémicos. En realidad es un concepto brillante por su sencillez: gente que se beneficia de algún servicio de un ecosistema (por ejemplo: agua en cantidad y de calidad) paga a la gente que asegura que este servicio sea garantizado; es decir: la gente que conserva los bosques, humedales o páramos. Este mecanismo es especialmente atractivo y justo en condiciones donde los beneficiarios viven en una zona con una próspera economía mientras que los que conservan, son pobres de recursos económicos. Sin embargo, en la práctica no resultó tan fácil. De las decenas de iniciativas de pago por servicios ecosistémicos que se han implementado en los Andes, pocas han sido realmente exitosas y muchas lecciones se han aprendido. Resulta un desafío lograr suficiente contribución de los beneficiarios, administrar los fondos, distribuirlos equitativamente, cuantificar y valorar el servicio y monitorear el cumplimiento de parte de la gente que se comprometió conservar. A la vez, en varias regiones la población rural se opuso a la idea de "monetarizar" el agua, la biodiversidad o el aire puro. Por esto es tan adecuado el título de un libro sobre pago por servicios ecosistémicos que circula desde hace unos años: "¿Bala de plata o oro de tontos?" ; es decir, el mecanismo ¿es una idea magnífica o una simple ilusión?

Hace unas semanas tuve el gusto de viajar a Lambayeque, región costera del Perú. La zona costera peruana es reconocida por su paisaje (extremadamente) árido. Sin embargo, mucha gente olvida que la cordillera andina está cerca del océano Pacífico y la mayoría de las regiones costeras se extienden desde la costa hasta altitudes de más de 4000 m. alt. y aparte de desiertos y bosque seco, tienen bosques húmedos de montaña y páramo o Jalca. Sin embargo, la mayoría de las partes más altas tienen un acceso difícil mientras que la población y las actividades económicas están ubicadas en la franja costera. Ni siquiera las personas que viven allí son conscientes de que regiones costeras del Perú tienen exuberantes bosques andinos y una población indígena culturalmente diversa. Esto es aún más sorprendente cuando se considera que la intensiva producción agrícola en las tierras costeras depende en un 100% del agua de riego originaria de las tierras altas.

Este contexto (Andes húmedos y costa desértica) suena ideal para aplicar un mecanismo de pago por servicios ecosistémicos hídricos pero la distancia, la difícil accesibilidad y la diferencia cultural entre las poblaciones costeras y serranas han causado que en realidad se den pocos acuerdos entre beneficiarios de agua y guardianes de sus fuentes. Pero en la zona de Lambayeque encontré una iniciativa muy sencilla y prometedora. En la cuenca de Motupe, algunos agroexportadores de frutas encontraron antiético que ellos ganaban buenos ingresos mientras que las poblaciones que aseguran su fuente de producción (el agua de riego del Canal Huallabamba) seguían viviendo con grandes necesidades. Por esto, de una forma completamente voluntaria e inicialmente sin acompañamiento de gobiernos y ONGs, se pusieron de acuerdo con diez caseríos del área de influencia de captación de agua y establecieron el Colectivo Interinstitucional para el Desarrollo Integral del Sistema Hídrico Totoras-Huallabamba-Motupe (SIHM). El funcionamiento en su fase inicial es muy sencillo: en dos encuentros por año, las personas de la cuenca baja entregan productos de primera necesidad (víveres) a las comunidades y plantones de especies nativas para reforestar la zona alta. Estos encuentros se hacen en los caseríos, en presencia de toda la población y la distribución equitativa es garantizada por la asociación de los campesinos. No hay dinero de por medio, no hay regulación compleja, no hay fiscalización del servicio generado; solamente una entrega voluntaria de artículos que la misma comunidad ha indicado necesitar. En dos encuentros entregaron por 25.000 soles en productos y ya se están sumando otras empresas y entidades, entre ellos los municipios.

Si bien esto no es un sistema de pago por servicios ecosistémicos sensu stricto, a mí me pareció una forma muy sencilla y absolutamente directa, evitando muchos de los problemas que tienen otras iniciativas. Además, se nota una transparencia y confianza absoluta y una satisfacción completa de lado y lado. Esta iniciativa es considerada como una fase inicial y los planes son aumentarla y ampliarla, inclusive empezar a medir el servicio generado. Pero ojalá que en el futuro también sigan aplicando el principio de sencillez y transparencia. A veces la buena gestión ambiental es tan sencilla como unas pocas personas poniéndose de acuerdo y llevar unos bultos de arroz y maíz a un caserío. 

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