El valor de los bosques andinos en asegurar agua y suelo en un contexto de creciente riesgo climático: ¿(re)conocemos lo imperdible?

Monday, 9 November, 2015 - 08:40

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¿Qué funciones cumplen los bosques andinos en relación al agua y suelo?

Los bosques montanos de los Andes son vistos comúnmente como el hermano menor de las grandes extensiones de bosques amazónicos: cubren 11% (o 31 millones de hectáreas) del área total de bosques de los siete países que comparten los Andes. Pero nuestra dependencia de ellos es realmente significativa: 40 millones de personas (21% de la población total de estos países) dependen de manera directa del agua y de otros servicios ecosistémicos que proveen estos bosques (Programa Bosques Andinos, 2014, Cuesta et al., 2009:7).

En este documento sintetizamos las funciones que tienen los bosques andinos para la provisión de agua y la estabilidad de suelo, en un contexto de presiones humanas conocidas y de cambio climático, para reflexionar sobre cuánto (re) conocemos el valor de este ecosistema.

Si tan solo nos enfocamos en agua y suelo, dejando de lado la biodiversidad, el carbono, los productos maderables y no maderables o los intangibles, tales como su belleza; una serie de funciones de regulación y soporte se evidencian: la regulación hídrica, el rendimiento hídrico y la protección del suelo contra el impacto de la lluvia, reduciendo la erosión y los peligros de deslizamientos, y manteniendo así la calidad del agua. De manera cualitativa, se conoce que los bosques y sus suelos ricos en materia orgánica regulan los caudales en el tiempo porque almacenan agua en el (sub)suelo en periodos de lluvia, para soltarla en épocas secas hacia los cauces de agua, constituyendo el caudal de base y reduciendo caudales máximos. Los bosques andinos tienen un mayor rendimiento hídrico (porción de la precipitación que escurre) que los bosques más secos de menor altitud, porque a mayor altitud, mayor precipitación, frente a una menor evapotranspiración por las bajas temperaturas y la nubosidad. Otra función clave es la protección del suelo en laderas con fuertes pendientes y suelos pocos profundos, encima de las rocas. Las raíces de los árboles estabilizan el suelo mientras que su follaje, pero también la vegetación del sotobosques, la hojarasca y la materia orgánica acumulada, protegen el suelo contra el impacto directo de las gotas de lluvia y el viento (Herzog et al.,2011:11,175).

Es interesante y relevante intentar cuantificar estos servicios ecosistémicos, como un primer paso hacia una valoración de los bosques. Tobón (2009) revisó varios estudios para cuantificar las partes más importantes del balance hídrico en cuencas con cobertura de bosque montano (ver la Figura 1). La Figura 1 resume el rango de datos de varias fuentes (notándose la gran variación entre las localidades estudiadas), para bosques ubicados entre1800 a 3200 msnm. Se observa que en zonas altoandinas, en las cabeceras de las cuencas, con una precipitación mayor a los 1000 mm/año que consume y transpira la vegetación, el rendimiento hídrico es muy alto: en el orden de 0.55 encontrado en Colombia (Tobón, 2009:45). El rol de los bosques andinos en la regulación hídrica parece estar mucho menos cuantificado, y por ello más monitoreo es necesario .

En cuanto a los procesos de erosión bajo bosques andinos y la incidencia de deslizamientos: hay procesos naturales que ocurren bajo una cobertura conservada, pero en caso de intervención humana y cambios en la cobertura de bosque, causan mayores pérdidas de suelo (Tobón, 2009). Por su ubicación en zonas de laderas, sobre suelos poco profundos y a veces encima de roca, los riesgos de erosión son altos de por sí, y especialmente en concierto con una precipitación relativamente alta (> 1500 mm) en las zonas de cabecera de cuenca o en las riberas de las quebradas y ríos. Países de montaña como Suiza reconocen que los bosques cumplen una función de protección contra peligros naturales (como deslizamientos y derrumbes de rocas), de forma muy costo-eficaz frente a medidas técnicas-mecánicas (que costarían 5-20 veces más) (Price et al., 2011:22).

¿Quiénes se benefician de estas funciones? ¿Cuánto sabemos?

El agua (cantidad regulada en el tiempo) proveniente de zonas con bosques andinos, es fundamental para consumidores de agua potable en ciudades (grandes) andinas y costeras. En términos de volumen de agua y valor de la producción agrícola, el uso para riego es muy importante, servicio que depende a menudo de infraestructura como reservorios. También el uso del agua para generar hidroelectricidad es clave y de relevancia económica: actualmente y en promedio, 54% de la provisión proviene de ríos andinos, variando entre Colombia (80%), Perú (70%) a Ecuador (45%) y Bolivia (40%). El potencial es mucho mayor y la demanda en la región motiva la construcción de nuevas centrales. Se espera más uso de agua desde cauces naturales e infraestructura a futuro por mayor población y demanda de agua y energía (Herzog et al., 2011:330). Una cuantificación y ubicación del número de beneficiarios dependientes y el valor social y económico de su beneficio sería un ejercicio importante de emprender.

En zonas con bosques andinos degradados, se evidencia claramente el rol que cumplen para estabilizar el suelo. Los deslizamientos causan daños en la vialidad e interrupciones en las comunicaciones. Ocurren huaycos e inundaciones de zonas riberas y (peri)urbanas, como en las torrentes de Cochabamba en Bolivia. Un análisis del costo económico de estos eventos a partir de eventos ocurridos en el pasado podría dar luces al respecto. En caso de la infraestructura de agua, valoración de daños en caso de extremos como el Niño y los costos de mantenimiento asociados podrían dar pistas para la valoración.

¿Qué novedades hay en un contexto de cambio climático?

Las presiones humanas directas sobre los bosques y las tendencias en el área y la integridad de los bosques por las intervenciones humanas son conocidas: hay deforestación y degradación (quema) del bosque por los cambios de uso de suelo a pastos y áreas de cultivo, pero también en zonas específicas por urbanización o concentración de asentamientos, minería y apertura de infraestructura vial u otro, y la alteración o degradación por el uso de los recursos del bosque (leña, turismo). La Figura 2 muestra cómo, a raíz de estos cambios de uso de suelo, puedan cambiar las distintas partes del balance hídrico, en comparación con una situación con la cobertura natural original. La pregunta sobre cuánto más o menos esperamos es aún un vacío en el conocimiento. En el caso de los bosques andinos y la frecuente conversión a pastos, ello implica menos evapotranspiración, más escurrimiento superficial y menos infiltración y aporte al agua subterránea (ver Figura 2). Ello implica un mayor rendimiento hídrico y una menor capacidad de regulación hídrica en las cuencas, picos más altos y caudales de base menores (ver Tobón, 2009:48-57).

En este escenario actual de presiones sobre el bosque, queremos enfocarnos en una presión adicional, menos directa sobre el paisaje, pero no menos antrópica y a futuro un factor de peso: el cambio climático. Esta presión agrava los efectos de los cambios de uso de suelo señalados anteriormente.

¿Qué es lo que sabemos?

En primer lugar, hay que reconocer que los bosques andinos son vulnerables a y afectados por tendencias en variables climáticas observadas. A menudo es y será de forma negativa y en algunos casos, podrían beneficiarse también en parte de la ecuación (ver Tabla ). Al momento, es difícil observar cambios en variables climáticas que van más allá de la variabilidad natural que hay en el clima en los Andes. Por ejemplo, la variabilidad interanual de la precipitación en Bolivia está en +/- 25% y para Perú un +/- 15% (Tobón, 2009:31; SENAMHI, 2012:48). Observaciones de tendencias del clima pasado quedan aún dentro de estos rangos, aunque si bien las proyecciones al año 2100, serían mucho menores (p.ej. 19 -33% debajo de la precipitación actual entre diciembre-enero-febrero en el caso de los Andes centrales, proyectado a 2071-2100 (Neukomm et al, 2015)).

Además de ser vulnerables al cambio climático, los bosques también juegan un doble rol en las estrategias de gestión frente al cambio climático: mitigación y adaptación. Esfuerzos por conservar y restaurar generan entonces beneficios sinérgicos. Por el frente de la mitigación del cambio climático, se reconoce que conservando lo existente (protección, manejo), se mantendría el stock de carbono en la vegetación y el suelo. Y al dejar regenerar y restaurar lo degradado, quizá puede aumentar algo de este stock, capturando carbono al crecer, aunque es un proceso lento, por el lento crecimiento de estos bosques en temperaturas bajas. La estrategia principal y más costo-eficaz es entonces poco innovador: conservar, proteger y manejar sosteniblemente los bosques existentes, y restaurar en zonas críticas la cobertura boscosa con especies adecuadas.

Si bien esta es una estrategia “pasiva” (Price et al., 2011:63), requerirá de un proceso activo, así como esfuerzos y acuerdos de múltiples actores a distintas escalas e incentivos, para ponerlo en práctica. Un tema relacionado con la conservación, que sí amerita atención es el uso de madera de bosques de montaña como leña para fines energéticos por la población local rural. Para reducir esta presión, es necesario promover tecnologías y prácticas que aumentan la eficiencia energética de su uso (cocinas mejoradas, que pueden reducir el volumen usado de 0.96 m3/año/hogar en Perú con 40%), cambios hacia gas natural o fuentes renovables incluso, o que fomentan especies alternativas para leña cerca de las viviendas, todos con múltiples beneficios (Price et al., 2011:63, PlanCC, 2014). También significa que, estrategias de diversificación de ingresos rurales, desarrollando fuentes de ingreso a partir del bosque no invasivas (p.ej. productos no-maderables, turismo) indirectamente contribuyen a mitigar el cambio climático (REDD+) (ver también Price et al., 2011:64).

Otro frente es el de la adaptación al cambio climático. Significa por un lado, ayudar a que los ecosistemas de bosque sean menos afectados por (los efectos asociados a) los cambios en el clima y/o se recuperen mejor después de extremos (p.ej. derrumbes naturales, plagas) . Por otro lado, implica ayudar a que las poblaciones humanas se ajusten a los cambios intermediados por los bosques, como el rendimiento y regulación del agua y la protección y estabilidad de los suelos .

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Author: 
Doornbos, Bernita

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Doornbos, Bernita

Bernita Doornbos es Ingeniero Agrícola, especializada en uso y gestión de recursos hídricos en zonas andinas. Es experta en la temática de gestión de recursos hídricos y adaptación al cambio climático. Cuenta con amplio conocimiento en el funcionamiento de ecosistemas andinos. Con 18 años de experiencia como asesora técnica en gestión de recursos hídricos, riego, adaptación en los Andes y con experiencia en proyectos de desarrollo en los Andes. Actualmente es Asesora del Programa Perú en HELVETAS Swiss Intercooperation y Asesora Temática del Programa Bosques Andinos.

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