Colombia: ¿también habrá paz para la montaña?

Sábado, 3 Noviembre, 2012 - 12:18

En buena hora, empezaron las negociaciones entre el gobierno colombiano y las FARC, para poner fin a 60 años de conflicto armado que tanto ha golpeado a este hermoso país. Estoy seguro que todos estamos con los dedos cruzados para que se logre un acuerdo definitivo que brinde un futuro más seguro y próspero a la población colombiana. Pero ¿esto significa también un futuro próspero para las montañas, su flora y fauna? 

El conflicto nació en la montaña. En los años 50, grupos de guerrilleros (que luego formaron las FARC) se retiraron a zonas andinas de difícil acceso y formaron "zonas liberadas" o "repúblicas independientes". Sin excepción, estaban en zonas de montaña (la más famosa "Marquetalia" en las faldas del Nevado de Huila, y otras en el páramo de Sumapáz y en la Serranía de Macarena). Hasta hoy en día, las comunicaciones de la guerrilla siempre saludan "desde las montañas de Colombia". 

El fundamento del conflicto armado colombiano es ambiental; es sobre tierra. La inequidad en el acceso, distribución y tenencia, causó conflictos entre diferentes grupos de la sociedad colombiana desde su independencia de España y se intensificaron en el siglo XX. Diferentes opiniones sobre este tema, en combinación con una persecución violenta, motivó a grupos de comunistas y liberales radicales para tomar las armas. Durante toda su existencia, la guerrilla clama proteger a los marginalizados pequeños agricultores y culpa al grupo antagónico (las autodefensas) de proteger a los terratenientes. Aparte de esto, durante las décadas de lucha armada, hay otra disputa por tierra: el control de los territorios para actividades ilícitas en donde los dos grupos parecen estar activos. O sea, al luchar para resolver problemas de tierra, crearon otros problemas peores. 

El impacto ambiental del conflicto colombiano en las montañas es enorme. El impacto directo de los combates, los campamentos (de los diferentes actores armados) en zonas prístinas y los continuos desplazamientos de tropas que evidentemente no respetan normas ambientales. Pero probablemente los efectos indirectos han sido mayores: cultivos ilícitos, fumigación aérea, desplazados y nuevas ocupaciones de tierra han causado deforestación, pérdida de especies y contaminación. Del otro lado, la presencia del conflicto también de alguna manera ha causado la conservación de la naturaleza. Por supuesto, no es el tipo de conservación que deseamos pero es un hecho de que muchas áreas naturales (¡no todas!) con presencia del conflicto, tienen relativamente bajos índices de deforestación. Hay un peligro de mayor destrucción ambiental cuando estas áreas sean retomadas bajo control estatal, sin medidas adicionales para proteger los bosques contra la colonización desmesurada (Dávalos et al.; Environmental Science and Technology 2011; Manuel Rodríguez, El Tiempo, 6 oct. 2012). 

Por estos antecedentes, no es una sorpresa que el tema de tierras sea el primero en la mesa de negociaciones. Las expresiones de Iván Marcos (negociador por parte de las FARC) indican una visión bastante integral y humanista del territorio "es factor fundamental de existencia, abrigo de vida y de estancia armónica con la naturaleza, cuya apropiación la concebimos en perspectiva social y no mercantilista" (Agencia EFE, 28 oct. 2012). El Ministro de Ambiente y Desarrollo Sostenible, Juan Gabriel Uribe (además, uno de los negociadores en el anterior proceso de negociación de hace 10 años), expresó "si logramos la paz en Colombia, en 10 años podremos recuperar 2 millones de hectáreas de bosques en Colombia" (El Espectador, 10 oct. 2012). Es decir, los dos lados tienen una visión bastante positiva para incluir el tema ambiental como eje central en la negociación. Esperamos que sus visiones sean compatibles y que las dos partes tomen en cuenta que la verdadera paz se construye sobre un respecto por la tierra y un uso equitativo y sostenible de los recursos naturales. ¡Paz para Colombia y paz en la montaña!

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