La cultura andina forjó campeones en bicicleta
En el ámbito del desarrollo sustentable y la conservación de la naturaleza no solemos hablar mucho de deporte. Por lo menos no en voz alta porque sé que a muchos colegas les fascinan las noticias de futbol, atletismo o tenis. Pero como muchas veces el mundo de estos deportes multimillonarios es muy distante del mundo de la pobreza y el desarrollo rural, no los combinamos en nuestros estudios, discusiones y artículos de opinión. Sin embargo, hoy me gustaría hacer una excepción, porque los recientes éxitos de los ciclistas colombianos en las rutas europeas es fruto de la realidad andina.
No es una novedad que los colombianos compiten con los mejores del ciclismo mundial: en los años '80 hombres como "Lucho" Herrera y Fabio Parra lograron las primeras grandes victorias en las famosas vueltas europeas, ganando una Vuelta a España, varias etapas de montaña y premios al mejor escalador en Italia, Francia y España. También en las dos décadas siguientes los colombianos lograron varios éxitos. Sin embargo, lo que estamos viendo en el 2013 es una verdadera ola de logros impresionantes:
La racha actual empezó con una medalla olímpica en Londres el año pasado (de Rigoberto Urán) y siguió con victorias en algunas vueltas medianas al principio de este año. En junio y julio los colombianos dejaron a todo el mundo boquiabierto cuando el mismo Urán, Nairo Quintana y Carlos Alberto Betancourt ganaron dos segundos puestos en la general, dos camisetas al mejor joven, una camiseta de mejor escalador y varias etapas en las dos competencias más importantes del mundo (el Giro d'Italia y el Tour de France). Hasta sus colegas europeos proclamaron "regresaron los escarabajos colombianos y ¡son más fuerte que nunca!"
La esencia del ciclismo colombiano está en sus montañas y en la cultura andina[1]. Prácticamente sin excepción, los campeones de hoy son de origen humilde, de pueblos pequeños de la montaña y pocos han tenido una juventud fácil. A los diez años, el medallista olímpico Urán recogía la leche por las veredas de su nativo Urrao, Antioquia y cuando tenía 14, su padre fue asesinado por paramilitares. Durante todo su niñez, Betancourt (mejor joven y tres veces segundo de etapas en el Giro d'Italia) tenía que ayudar en la cosecha del café en su finca familiar en Ciudad Bolívar, Antioquia. Quintana (segundo en la general, mejor joven y campeón de la montaña en el último Tour de France) apenas a sus 14 años le regalaron una bici para cubrir los 16 km desde su casa en una vereda en Cómbita (Boyacá) a la escuela (antes iba a pie). Los apellidos (Chalapud, Atapuma) de los corredores profesionales de la zona de Nariño muestran su origen nativo y ellos llevan una milenaria historia andina en su sangre.
¿Es casualidad? Por supuesto que no. El ciclismo es probablemente el deporte más duro físicamente y se requiere de una mentalidad fuerte para aguantar durante tres semanas, seis o siete horas por día un esfuerzo sobrenatural. Las personas que nacen y crecen en los pueblos andinos no solamente tiene suficiente pulmón, músculo y hemoglobina para subir la montaña pero además, viven en condiciones que los hacen mentalmente fuertes, resilientes y aguantadores. Para convertirse de campesino humilde a deportista profesional, cada uno de estos muchachos tuvo que superar muchas dificultades. Ganar una competencia en Europa es apenas una "yapa" en la larga lista de victorias en la vida. Por esto, los andinos de campo son tan buenos en los deportes más exigentes como maratón, marcha y andinismo. Los colombianos, por la fuerte cultura ciclística, se han convertido en andinistas en dos ruedas, y la presente generación nos llena de orgullo. Este orgullo nace en la montaña, en los Andes y ¡lo podemos compartir todos los andinos!
[1] Un buen libro que desarrolla esta tésis (lastimosamente solo en ingles) es "Kings of the mountains: how Colombia's cycling heroes changed their nation's history" de Matt Rendall (Aurum Press, 2003)
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