El árbol urbano, el mejor aliado de una ciudad sustentable

Lunes, 9 Mayo, 2016 - 08:17

En las ciudades, los árboles en buen estado moderan las temperaturas extremas y garantizan la biodiversidad. En Rosario hay un promedio de tres por habitante ¿Es suficiente?

Los árboles de la ciudad son el mejor aliado para mitigar los efectos cada vez más visibles del cambio climático, que en esta zona del país se manifiestan a través de lluvias cada vez más intensas y veranos extensos y calurosos. Un arbolado público en buen estado garantiza el equilibrio entre la vida urbana y el derecho a disfrutar de un ambiente sano.

Presentes desde siempre en calles y parques, y castigados en el pasado bajo los discursos de la limpieza y el orden, hoy son cada vez más valorados por su aporte de sombra, frescura, belleza y refugio de biodiversidad.

Los beneficios que aportan son muchos y están comprobados: regulan la temperatura (en una calle con árboles hace varios grados menos que en una calle "desierta"), aportan sombra y oxigenación aún rodeados de cemento, absorben el ruido ambiental, son escurridores naturales del agua de lluvia y funcionan como lugares de acogida para especies de pájaros e insectos de la zona.

En Rosario, una ciudad que gusta presentarse a si misma como "verde", existen unos 350 mil ejemplares distribuidos en el centro, los barrios y los parques, un promedio de un árbol cada tres habitantes.

Los nativos ceibos, jacarandaes, palos borrachos, tipas y lapachos conviven con otras especies "importadas" como los eucaliptus (de Oceanía), nogales y plátanos (europeos), y otros del norte de América como el liquidámbar, los robles y fresnos americanos y la acacia blanca.

La conciencia ambiental de las generaciones más jóvenes de ciudadanos, así como los efectos cada vez más palpables del clima sobre la vida cotidiana, también abrieron las puertas para el regreso de las especies nativas, mejor adaptadas a esta zona geográfica.

Radiografía local

El manejo del arbolado urbano es una disciplina hija de la ingeniería agrónoma que no tiene formación teórica específica y que crece más como resultado de la práctica cotidiana que de lo que se escribe en los papeles.

Es una disciplina bastante nueva en América latina donde las ciudades se armaron de manera acelerada sin respetar en la mayoría de los casos las necesidades ambientales de sus habitantes.

Para Liliana Colella, subdirectora de Parques y Paseos "no existe el árbol ideal para la ciudad" ya que su supervivencia depende de factores muy cambiantes como el espacio, las edificaciones, la luz solar y el tránsito.

Desde la Municipalidad consideraron que un árbol cada tres ciudadanos "es una buena proporción" si bien "siempre se busca aumentar la cantidad". En ese sentido explicaron que el año pasado se plantaron unos 10 mil árboles entre reposición y nuevos nichos, una cifra que se intentará superar en 2016.

Si bien se busca priorizar la diversificación, existen algunos "favoritos" que pueden soportar el trajín urbano sin dejar de crecer: jacarandaes, lapachos, fresnos ("los caballitos de batalla"), tilos y pezuñas de vaca son algunas de esas especies.

Otros árboles clásicos de Rosario son los palos borrachos cuya dimensión (sumado a las espinas) los han llevado a alejarse de las calles céntricas para concentrarse en parques grandes o canteros de avenidas.

Según los datos de la web municipal (de 2006), el distrito centro es el que más ejemplares cuenta: 48 mil. "Es un número importante ya que es dónde más se siente el impacto del clima y donde hay más cemento acumulado", explicó Nicolás Cordero, director de Parques y Paseos, quien recordó que en los últimos años fueron corrigiendo algunas falencias como la distancia que debe haber entre dos ejemplares.

En cambio para algunos expertos de la Facultad de Ciencias Agrarias de la UNR —a pesar de los esfuerzos— Rosario todavía tiene déficit de arbolado. Así lo consideró Claudia Alzugaray, docente de las cátedras de Introducción a los Recursos Naturales y Forestación, quien recordó algunos estudios hechos en esa facultad que hablan de la necesidad de ampliar los espacios verdes en la ciudad para regulación de la temperatura.

La referencia es a una investigación realizada entre septiembre de 2013 y agosto de 2014 por Alejandra Coronel y Susana Feldman, y publicada el año pasado en AIM Presse, que concluye que la temperatura del aire en zonas céntricas sin vegetación es claramente superior a otras zonas céntricas con vegetación.

De acuerdo a la investigación, el rango de temperaturas registradas iba de mayor a menor según esta secuencia: zona céntrica sin arbolado, zona céntrica con arbolado, parques y plazas, y finalmente zonas periurbanas.

"En Rosario faltan más árboles, tenemos que repensar tanta baldosa y privilegiar todavía más el verde. Además de las razones objetivas que existen, está el bienestar psicológico porque todo el mundo se siente mejor cerca del verde", razonó Alzugaray.

Para Colella existe una visión mucho más "amigable" hacia los árboles por parte de las nuevas generaciones que ya no los ven como fuente de suciedad o molestia sino que por el contrario valoran la sombra, el fresco y la belleza que aportan a la vida en la ciudad.

"Los vecinos están cambiando de la mano de una conciencia ambiental más avanzada. Antes se hacía un manejo de control, mientras que ahora hay más información sobre los beneficios que aportan", dijo.

En esta nueva forma de entender la interacción con el ambiente aparece la revalorización de las especies autóctonas, presentes desde siempre en la región y con mucha mejor capacidad para adaptarse al clima y la geografía del lugar.

Estas especies tienen además el valor agregado de ser convocantes de aves e insectos típicos, lo cual contribuye a mejorar la biodiversidad. "Los árboles de ciudad alojan biodiversidad, ya que no son pocos los insectos y las aves que huyen de los campos por el modelo agrícola y terminan encontrando refugio aquí", explicó Alzugaray.

"Hemos cometido graves errores pero estamos ante la posibilidad de ofrecerles nuevos espacios, no sólo a los pájaros sino también a otras especies como los murciélagos, muy efectivas y necesarias por ejemplo en la lucha contra el mosquito", dijo la docente.

Alzugaray explicó además otras ventajas que aportan las especies de árboles nativas que pierden sus hojas —no según el ciclo lumínico (como las europeas) sino según el ciclo de lluvias—: "especies como lapachos y tipas llegan con hojas hasta el otoño, lo cual viene muy bien en zonas como la nuestra con veranos largos".

Nuevas estrategias

Si bien la forma de la ciudad es difícil o imposible de modificar, existen algunos trucos para incorporar verde allí donde falta. Por ejemplo, hace unos 15 años se introdujeron cambios en el código urbano para que los edificios no estuvieran en ciertos casos tan pegados a la calle con la idea de dar lugar a cazuelas para plantar árboles.

También se corrigieron las prácticas de alineado: "Hace años la alineación se hacía de manera poco adecuada, con poca distancia entre los ejemplares (menos de 5 metros), pero fuimos descubriendo que hacía falta más espacio para que se pudieran desarrollar de forma correcta. Hay que tener en mente que los árboles del centro padecen mucho estrés tanto por la edificaciones como por el tránsito", dijo Cordero.

En ese sentido, Alzugaray enumeró una serie de prácticas que podrían ser tomadas en cuenta, como combinar veredas con baldosas con sectores con pasto, una estrategia que podría ayudar muchísimo a mejorar la absorción de las lluvias y a moderar las altas temperaturas durante el verano.

Poda sí, poda no

Cada verano el debate sobre el estado general del arbolado y su mantenimiento se renueva cuando el paso de las tormentas se salda con decenas de ramas y troncos caídos: "Vemos que estos eventos son más frecuentes que antes, y el árbol lo padece al igual que todos los seres vivos", explicó Cordero.

A pesar de los inconvenientes que esto genera, desde la Municipalidad recordaron que sólo el Estado puede realizar las tareas de poda y escamonda, y explicaron que desde 2011 se intensificaron las tareas. Según el municipio, el plan forestal de 2015 contempló una inversión total de 28 millones de pesos, con 35 mil intervenciones de poda y escamonda, 1.500 extracciones y 7 mil plantaciones de árboles.

Alzugaray, por su parte, resaltó las tensiones que suelen aparecer entre "los pedidos de la gente, las necesidad de algunas empresas como las de electricidad o cable, y lo que la ciudad precisa". Por ejemplo, y atado a los hechos de inseguridad, creció un reclamo de poda para mejorar la iluminación de las calles: "se podaron árboles para que haya más luz, pero ¿en serio hubo menos delito por eso?", se preguntó la especialista.

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