Bolivia: cuando los pequeños agricultores se convierten en aliados de la conservación
Reportaje por Eduardo Franco Berton
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Dorotea Arteaga es una productora de papas de 68 años de edad acostumbrada a talar y despejar los bosques para desarrollar una agricultura de subsistencia, una actividad que se reduce a la siembra de verduras y hortalizas para asegurar la alimentación de su familia. Si tiene suerte y queda un excedente, Dorotea lo vende en el mercado más cercano para conseguir así un ingreso extra. Ella vive en la comunidad ‘’Las Miscas’’, en el municipio de Samaipata, departamento de Santa Cruz, y su historia es la de miles de pequeños agricultores de los valles de Bolivia.
Para cultivar sus papas, Dorotea y su hijo han tenido que talar varios cientos de árboles, sin saber que esta acción terminaría a la larga causándoles problemas. La deforestación ha afectado el caudal de las vertientes de su comunidad,que comenzaron poco a poco a secarse, hasta obligarlos a caminar varias veces al día para recolectar el agua necesaria para su consumo. Sin tenerlo planeado, acabaron deteriorando las funciones ecológicas que brindan las cuencas a los pobladores de esas áreas rurales.
Por eso cuando a Dorotea Arteaga y a otros agricultores como ella les hablaron de un sistema capaz de revertir esta situación, no dudaron en participar. Se trata de un esquema denominado Acuerdos Recíprocos por Agua (ARA) que plantea un intercambio: Dorotea se compromete a conservar 11 hectáreas de bosque nublado y a cambio recibe plantines de durazno, politubos para la instalación de un sistema de agua para riego y consumo, y capacitación técnica en fruticultura.
“Antes tenía que acarrearme agua de la quebradita, debía caminar unas 10 a 20 veces pa’ traerme agua pa’ mis gallinas, pa’ hacer comida a mis perros, pa’ cocinarme yo’’, contó Arteaga.
Ahora, además de la siembra de papas, Dorotea se dedica al cultivo de duraznos, que significa un ingreso nuevo para su economía, mientras protege los bosques que alimentan las vertientes de donde se abastece de agua, la cual volvió a fluir con naturalidad.
“Ahí está el bosque conservado, ya no lo chaqueamos (limpiar cobertura forestal), y por lo que está protegido ya la siembra está mejor. El agua está limpia ya pa’ tomar uno. Ahora vivo más tranquila porque ya no debo caminar tanto’’, comentó Dorotea.
Los Acuerdos Recíprocos por Agua (ARA) son un esquema de conservación basado en la reciprocidad, que otorga incentivos en calidad de proyectos alternativos para que pequeños agricultores conserven sus bosques. El intercambio está basado en la entrega de insumos como cajas de abejas para que quienes quieran incursionar en la apicultura, plantines de árboles frutales (cítricos, durazno, cacao, café y otros), rollos de alambre para encerrar sus predios y evitar el ingreso del ganado a las vertientes, politubos para sistemas de distribución de agua y capacitación técnica en apicultura y fruticultura, entre otros más.
La iniciativa fue creada por la Fundación Natura Bolivia en el año 2003, en la comunidad de Santa Rosa de la Lima, municipio de Pampagrande, departamento de Santa Cruz. En aquel entonces, la comunidad Los Negros de la cuenca baja estaba preocupada por la sequía del río Los Negros, lo que estaba afectando la disponibilidad de agua para el riego de los cultivos de hortalizas. Los pobladores responsabilizaron de la falta de agua a los comunarios de Santa Rosa de Lima ubicados en la cuenca alta, señalaron que la tala y el chaqueo para sembrar papa y yuca había generado el problema. Esta situación ahondó las diferencias entre los pobladores de la cuenca alta y baja, quienes estuvieron al borde del conflicto. Fruto de ello se instauró el primer esquema ARA, que logró la conservación de 400 hectáreas de bosques y restableció las relaciones entre ambas comunidades.
Hoy el esquema ARA funciona en varias comunidades y ayuda a conservar más de 270 000 hectáreas de bosque en 50 municipios de los departamentos de Santa Cruz, Tarija y Chuquisaca. Este mecanismo ha ayudado también a crear 465 000 hectáreas de reservas municipales, denominadas localmente como ‘’santuarios de agua’’, contribuyendo a disminuir el avance de la frontera agrícola causado por la pequeña agricultura, la tercera causa de desbosque en Bolivia, según los investigadores.
Para el desarrollo del esquema ARA, más de 248 000 usuarios de agua de las cuencas bajas de los 50 municipios donde se implementa la iniciativa, están aportando recursos económicos a los denominados fondos de agua. Estos fondos, administrados localmente, reúnen los aportes económicos que realizan cada uno de los usuarios, al permitir que se incluya un porcentaje dentro de sus facturas por consumo de agua. A este aporte, se suma el de los gobiernos municipales, otras instituciones locales como asociaciones de regantes y la Fundación Natura.
El dinero recaudado es usado para desarrollar iniciativas productivas en los bosques de la cuenca alta, y a cambio de ello los agricultores que reciben los incentivos se comprometen a conservar estos ecosistemas.
Si los agricultores de la cuenca alta conservan el bosque y dejan de talarlo, los pobladores de la cuenca baja tienen asegurado el flujo de agua. Por eso se trata de un esquema de reciprocidad.
La deforestación en cifras
En febrero de 2017, un reporte publicado por el periódico La Nación de Argentina, que utilizó como fuente los Indicadores Ambientales de la División de Estadísticas de las Naciones Unidas (UNSD), incluyó a Bolivia en el séptimo puesto de los 10 países con mayor deforestación a nivel mundial. Según la publicación, el país pasó de tener 627 950 kilómetros cuadrados de área forestal en el año 1990 a 547 640 en 2015, reduciendo su superficie boscosa en 80 310 kilómetros, es decir, 12 % menos de la superficie forestal registrada en el año 90.
Por otra parte, según cifras oficiales recientes de la Autoridad de Fiscalización y Control Social de Bosques y Tierra (ABT), 325 058 hectáreas de bosque fueron deforestadas en el 2016. De esa superficie, el 64 % (209 783 ha) de la pérdida fue causada por la tala ilegal y casi la mitad (160 369 ha) se registró únicamente en el departamento de Santa Cruz.
En el estudio el contexto de la deforestación y degradación de los bosques en Bolivia, elaborado en el 2014 por los investigadores Robert Müller, Pablo Pacheco y Juan Carlos Montero para el Centro para la Investigación Forestal Internacional (CIFOR), se determinó que las principales causas de la deforestación en Bolivia son la ganadería (el estudio reveló que las tierras bajas albergan 1,5 millones de cabezas de ganado bovino), seguida por la agricultura mecanizada y en tercer lugar la agricultura a pequeña escala.
Por su parte, el Atlas Socioambiental de las Tierras Bajas y Yungas de Bolivia de la Fundación Amigos de la Naturaleza (FAN), indica que Bolivia se encuentra entre los 15 países con mayor cantidad de bosques tropicales, es así que de las 52 millones de hectáreas de bosques que tiene el país, 47 millones se encuentran en las Tierras Bajas y Yungas, y de estas, 15,6 millones de hectáreas están bajo uso agropecuario.
El Gobierno se ha planteado una serie de metas para reducir la deforestación en Bolivia de aquí al 2030. Se busca incrementar la cobertura neta de bosques a más de 54 millones de hectáreas, respecto a los 52 millones calculados en el año 2010, reducir a cero la tala ilegal y aumentar la superficie de áreas reforestadas a 4.5 millones de hectáreas (en áreas donde anteriormente existió bosque), entre otras medidas más.
Pero las iniciativas privadas también juegan un papel central en la lucha contra la deforestación.
La ruta de la conservación
Frente a este escenario, los Acuerdos Recíprocos por Agua se han convertido en una salida para frenar la pérdida de bosque.
Carlos y Teodosia Calami son dos pequeños agricultores que, al igual que Dorotea, han apostado por la producción agroecológica alternativa. Esta pareja de esposos que vive en la comunidad Villa Paraíso, en el municipio de El Torno, departamento de Santa Cruz, no solo tiene plantaciones de naranja y mandarinas, ahora también se dedica a la apicultura. Carlos cría abejas nativas del género melipona, conocidas localmente como “señoritas’’, porque no tienen aguijón.
“Antes la sequía era fuertísima, no sabíamos reservar los bosques. Ahora lo hemos dejado conservado, no chaqueamos’’, contó Carlos Calami.
Carlos y Teodosia son una de las 5318 familias beneficiarias del esquema ARA. Ellos conservan 38 hectáreas de bosque húmedo, próximo al Parque Nacional y Área Natural de Manejo Integrado (ANMI) Amboró, un área protegida altamente biodiversa. Por comprometerse a cuidar el bosque, esta pareja recibió a cambio cajas de abejas nativas y hoy venden la miel que producen a 200 bolivianos el litro, alrededor de 29 dólares.
Pero, además, Carlos se ha unido a una asociación de 23 meliponicultores (apicultores de abejas del género meliponas), quienes además de ser agricultores, ponen en práctica las técnicas aprendidas en las capacitaciones.
Los comunarios de Santa Rosa de la Lima, donde nació esta iniciativa, también han conformado la Asociación de Apicultores del Amboró Sur (Apiasur). Serafín Carrasco, uno de los impulsores de Apiasur, asociación cuyos afiliados conservan alrededor de 4000 hectáreas de bosque, contó que dependiendo de la floración, una caja de abejas extranjeras puede llegar a producir hasta 90 kilos de miel por año, miel pura y tropical que tiene una elevada demanda en los diferentes mercados del país.
Cuidando las fuentes de agua
Maria Teresa Vargas es oriunda del municipio de Mataral, un pueblito de los valles de Bolivia, donde el problema de la deforestación y la escasez de agua no es ajeno al de otros lugares. Ella es directora de la Fundación Natura y desde joven ha seguido de cerca la problemática de la pérdida de bosque en el país. “El valor de los bosques es usualmente casi cero y por eso se les degrada y se pierden”, explicó.
Para afrontar esta situación, Vargas explicó que idearon mecanismos de conservación basados en incentivos, para movilizar a los ciudadanos hacia el uso sostenible de su ecosistema.
“Esperamos que las personas no se muevan porque están asustadas por la aplicación de la ley, sino porque haga sentido emocional pero también económico el conservar, para ello usamos los Acuerdos Recíprocos por Agua”.
Maria Teresa mencionó que los ARA son una herramienta que les muestra a los municipios y a las entidades prestadoras del servicio de agua potable o Cooperativas, una forma muy simple de conservar sus fuentes de agua.
Y añadió que el número de ecosistemas críticos que aún se deben conservar en Bolivia todavía es muy alto, frente a ese desafío la Fundación Natura ha creado una escuela de Acuerdos Recíprocos por Agua.
Según Richard Estrada, director de esta iniciativa, la escuela es un espacio de enseñanza, aprendizaje y de entrenamiento, que permite a los participantes adquirir los conocimientos y las técnicas necesarias para implementar estos acuerdos de conservación en sus lugares de origen.
‘’Queremos inspirar a más líderes locales, indígenas, líderes municipales, a que puedan desarrollar los ARA en su lugar de origen, y con esta herramienta proteger más ecosistemas’’, argumentó Vargas.
Mientras tanto, el esquema ARA continúa avanzando en Bolivia, buscando consolidarse como una herramienta que puede ayudar a los pequeños agricultores en la conservación de bosques que son importantes para la provisión de recursos hídricos.
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