Biodiversidad andina y cambio climático

Jueves, 20 Junio, 2013 - 10:04

Por Fundación Agreste, corresponsal de InfoAndina

 

Un análisis exhaustivo de la distribución de especies que viven en ambientes de montaña, su distribución y características, ayudaría a mejorar su preservación frente a las variaciones climáticas.

 

Los ecosistemas de montaña, y la cordillera de los Andes en particular, representan verdaderos laboratorios para el estudio de la evolución de la biota andina. Diferentes investigaciones muestran que las especies que habitan el ecosistema andino presentan una rica gama de adaptaciones morfológicas, ecológicas, fisiológicas y de comportamiento, lo que les permite ocupar un determinado espacio geográfico asociado a condiciones climáticas y vegetacionales particulares.

 

En estos ambientes, a medida que aumenta la altura disminuye la superficie y lleva a la pérdida de ambientes favorables para las especies de distribución restringida. Por lo tanto, la supervivencia de estas especies, adaptadas a condiciones extremas particulares, estaría condicionada ya sea por su capacidad de migrar hacia hábitats más favorables, como por su adaptación a las nuevas condiciones ambientales.

 

Los investigadores del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas de Argentina (CONICET), Ricardo Ojeda y Agustina Novillo, aseguran que para poder aproximarnos a la complejidad y predecir los efectos del Cambio Climático sobre la biodiversidad, es preciso conocer en detalle la distribución, identidad de las especies (taxonomía), su diversidad genética, fisiología e incluso la historia natural de las especies.

 

Para avanzar en esta dirección, el Grupo de investigaciones de la Biodiversidad (GIB) en el Instituto Argentino de Investigaciones de las Zonas Áridas (IADIZA-CONICET) analiza por primera vez la diversidad de pequeños mamíferos, de menos de 150 gramos, que tienen su hábitat a lo largo de los Andes Áridos Centrales, que van desde el sur de Perú hasta el centro de la Argentina.

 

En esa línea, el trabajo del Grupo de investigaciones de la Biodiversidad (GIB) busca conocer qué especies habitan los Andes áridos centrales, cómo se distribuyen, cuán restringidas están a los ambientes Andinos, y si podemos detectar alguna asociación entre la riqueza de especies y el tamaño del área, entre otras.

 

Casi la mitad de las especies analizadas son exclusivas del ecosistema montañoso de los Andes (es decir endémicas), y su riqueza (es decir número de especies) está asociada con el tamaño del área. Por otro lado, detectan que las especies de las latitudes altas presentaron rangos geográficos o distribuciones más amplias que las especies de latitudes bajas. Esto último se conoce en biogeografía como el “Efecto Rapoport”, en homenaje al reconocido ecólogo y biogeógrafo argentino Eduardo Rapoport.

 

Según algunos reportes, la zona de los Andes centrales experimentaría un aumento de la temperatura entre 3 a 5 °C, así como una disminución de precipitaciones. Este escenario permite inferir potenciales cambios a partir de algunos de los resultados: un aumento marcado de la temperatura afectaría negativa y principalmente a aquellas especies adaptadas a un rango más estrecho de las condiciones climáticas de alta montaña, por arriba de los 2.500 m.s.n.m., y reduciría la superficie de hábitats favorables en esas zonas, lo que eventualmente llevaría a una disminución del tamaño de las poblaciones, contracción de distribución geográfica y mayores riesgos de extinción.

 

Esto es lo que ocurre con varias especies en otras regiones, como la flora alpina en Suiza, el oso polar del Ártico, los pingüinos de Adelia de la Antártida, o la pika, un roedor que habita las montañas del oeste de Norteamérica, por nombrar algunos.

 

En un escenario de aumento de temperatura, las especies de distribución restringida son más susceptibles que aquellas de distribución amplia. Más aún, cuando el aumento de temperatura conduce a una reducción de la superficie de hábitats favorables, una respuesta posible es la contracción de la distribución de las especies. Por otro lado, una potencial respuesta inversa ocurriría para otro grupo de especies que habitan la zona cordillerana a menor altura.

 

Así por ejemplo, especies que habitan la zona del pedemonte cordillerano, por debajo de los 1.500 m.s.n.m., podrían colonizar ambientes favorables ubicados a mayores alturas y expandir sus rangos geográficos, lo que ya ha sido documentado para varias especies, como por ejemplo ciertas aves de llanura que colonizaron y expandieron sus rangos hacia mayores alturas en la selva de nubes en Costa Rica.

 

Los resultados apoyan y consolidan la noción de que un segmento importante de la biodiversidad del ecosistema Andino evolucionó in situ. Esto significa que la formación o diversificación de nuevas especies ocurrió y ocurre en el escenario particular de la Cordillera de los Andes.

 

Es importante remarcar que estas primeras investigaciones de características biogeográfica- macroecológicas ayudan a entender la composición y modo de distribución de la biodiversidad Andina. Para asegurar la continuidad de estos escenarios evolutivos, como es el caso de los Andes y otros ecosistemas, es imprescindible contar con bases biológicas y ecológicas sólidas que ayuden a delinear políticas integrales de conservación, no solo en la dimensión biológica sino también en las dimensiones social y cultural del ecosistema Andino.

 

 

Fuente: CONICET

 

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