FUNDACIÓN PROYUNGAS: La degradación y la preservación ambiental: ¿las dos caras antagónicas de Tucumán?

Viernes, 7 Octubre, 2011 - 09:23

Por Alejandro D. Brown, Presidente de la Fundación ProYungas

 

Tucumán es conocida en la región además de por la “confusión folklórica” entre “algarrobo” y “algo rrobo” y de la también folklórica “casita de Tucumán”, por tener una historia prolongada de conflictos ambientales. La contaminación de sus aguas, la contaminación del aire por la intensa actividad fabril, las interminables humaredas producidas por las quemas de cañaverales y de malhoja, y la contaminación visual y potencialmente sanitaria de la basura, que a pesar del esfuerzo que muchas veces se pone en recolectarla, aparece como por generación espontánea por todas partes… Sin duda una imagen que tiñe al otrora “Jardín de la República” que más nos acerca como dice León Gieco al “quemado jardín florido” que un pasado (y pesado) gobernador nos legó.

 

Por otro lado, y en la aparentemente vereda de enfrente, Tucumán es una provincia pionera en esto de separar muestras de ecosistemas para conservar, creando áreas protegidas que preservan la biodiversidad y los servicios (como el agua) que nos brinda la naturaleza. Reservas provinciales como La Florida y Los Sosa están entre las primeras de la Argentina, un país a la vanguardia de este tema en Latinoamérica y el mundo.

 

Miles de hectáreas de selvas y bosques, pastizales altoandinos, humedales y desiertos con cactus, son protegidos en esta provincia desde hace mas de 7 décadas, preservando muestras en muchos casos intactas de nuestra primigenia naturaleza, algo que pocas provincias del país pueden mostrar…. ¡Pero esta otra realidad es desconocida para la mayoría de los tucumanos y de los argentinos!

 

Tucumán es en definitiva una provincia donde existe la cara típica de la modernidad latinoamericana. La contaminación, la insuficiencia de los controles y la falta de una política clara para revertir esta insostenible tendencia, que es sin duda una deuda de los tucumanos al resto del país, particularmente a aquellos que habitan aguas abajo… y que por un principio tan simple como la gravedad se van quedando con gran parte de nuestros desechos y por supuesto hacen sentir su demanda de cambios profundos impostergables.

 

El desarrollo industrial argentino, de la mano de la creación de los ingenios azucareros, posibilitó en Tucumán un desarrollo muy importante en un país que estaba a la vanguardia de los países del mundo. Estos ingenios desarrollaron pueblos, luego ciudades y concentraron población del resto país y del mundo. De este imponente impulso hoy quedan muestras del disímil éxito que cada uno de los 27 ingenios que existieron en su momento tuvieron, transitando la agitada vida política y económica de la Argentina.

 

Hoy muchos continúan moliendo, tratando de alcanzar a la modernidad como pueden, pero que parece, se les va alejando permanentemente. Otros, como el Ingenio San Pablo, cambiaron de rubro y hoy son un Centro de Estudios Universitarios manteniendo de alguna manera ese impulso creativo de sus predecesores. Otros lamentablemente sucumbieron totalmente, convirtiéndose, uno de los más floreciente de su tiempo como el Ingenio Santa Ana, en el triste basural de hoy en día.

 

Quedan no obstante muestras de este pasado con visión de futuro en sus arquitecturas, en sus jardines con especies de distintas partes del mundo, verdaderos jardines botánicos y en sus majestuosos árboles que aún sobreviven entre las ruinas de un pasado prometedor. Pero aún están y se pueden visitar y se pueden volver a poner en valor. Más muestras de un Tucumán contrastante y despiadado con su pasado.

 

Este desarrollo industrial posicionó a Tucumán liderando el desarrollo del noroeste argentino, desarrollo económico que le permitió cultivar una intelectualidad que impulsó la creación de una universidad en 1914, en una época impensable para tamaña pretensión por parte de una provincia del interior profundo del país. Estos pensamientos innovadores cultivados localmente impulsaron entre muchas otras cosas, la creación del Parque Nacional del Aconquija a semejanza de Nahuel Huapí e Iguazú, los parques nacionales pioneros del país. Idea trunca pero que sin embargo se fue materializando con el tiempo en un rosario de áreas protegidas que como hongos fueron emergiendo del corazón de este proyecto inconcluso.

 

La Florida, Los Sosa, Santa Ana, San Javier y más recientemente Los Alisos y La Quebrada del Portugués intentan alcanzar este sueño “a lo grande” que inspirados tucumanos como Miguel Lillo, Juan B. Terán, Alberto Rougés, Julio López Mañán supieron tener.

 

Las dos realidades que chocan, que se enfrentan, pero que fundamentalmente muestran que otra realidad es posible y aún mas, que otra realidad existe, pero que sin duda desconocemos y por ende no justipreciamos. No es que una realidad tapa la otra, sino que por el contrario ambas realidades deben potenciarse mutuamente. El desarrollo productivo potencia el crecimiento intelectual, este permite pensar, convencer con argumentos sólidos y finalmente lograr que el poder político tome las decisiones correctas, permitiendo que el desarrollo no se lleve puesto al ambiente que nos pertenece a todos.

 

Lo más importante es que Tucumán tiene todo de eso pero pareciera que no se dio cuenta acabadamente. Dos mundos que deben juntarse para que los tucumanos puedan mostrar lo mejor de sí mismos y volver a ser el "Jardín de la República” y fundamentalmente para que les permita sentirse bien consigo mismos.

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