El equilibrio entre ser productivo y sustentable

Viernes, 9 Agosto, 2013 - 11:39

Por Fundación Agreste, corresponsal de InfoAndina

Mitos sobre la agroecología, abundan. Uno de ellos sostiene que es imposible ser productivo y, al mismo tiempo, sustentable.

Sin embargo, esta es una disciplina científica basada en la aplicación de los principios de la ecología al diseño, desarrollo y gestión de sistemas agrícolas que promueve la conservación de los recursos naturales elementales para la obtención de alimentos: suelo, agua y biodiversidad. Este concepto surgió a fin de contrarrestar las múltiples consecuencias sobre el ambiente causadas por la agricultura convencional tales como el deterioro de la cubierta vegetal, la erosión y salinidad de los suelos, la pérdida de diversidad agrícola y genética, y la resistencia constante de plagas y enfermedades.

El establecimiento “La Aurora” de la Localidad de Benito Juárez, Provincia de Buenos Aires, aplicó el sistema de producción agroecológico: disminuyó el uso de insumos sintéticos y energía, bajó costos y estabilizó los rendimientos.

Rodolfo Tula, extensionista de la Delegación Benito Juárez del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA Benito Juárez), destaca la importancia de encontrar el “justo equilibrio” entre la productividad y el cuidado de la naturaleza: “Una producción agroecológica entiende de tiempos biológicos y los fortalece para producir sanamente y, al mismo tiempo, busca la rentabilidad. Pensamos en un sistema equilibrado y estable ante la variabilidad natural de los eventos climáticos, plagas y enfermedades”.

Asesorado por técnicos del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) y especialistas privados, Juan Kiehr, propietario de “La Aurora”, aplica desde hace 14 años los conceptos de la agroecología en un sistema mixto de ciclo completo a fin de disminuir el uso de productos sintéticos y energía, aumentar la fertilidad de los suelos, fijar carbono y nitrógeno, e incrementar la biodiversidad y la productividad: “Quiero dejarle a mis nietos un campo sano y transmitirles el respeto por la naturaleza”, aseguró Kiehr, un productor con descendencia danesa que se reconoce “entusiasmado y convencido de que la preservación del suelo es el mejor camino”.

De acuerdo con el dueño de “La Aurora”, todos las actividades agropecuarias interfieren, en mayor o menor medida, en el ambiente. Lo importante es “causar el menor daño posible” y “evitar el uso de insumos sintéticos”.

A partir del fortalecimiento de la rotación en las 605 hectáreas que componen al establecimiento, asociando cultivos invernales y estivales con leguminosas, lo que a su vez aumentó la fijación de nitrógeno y carbono, y permitió el aporte de rastrojos para mejorar el contenido de materia orgánica del suelo.

Para Juan Kiehr la receta es simple: “Siembro trigo y trébol rojo durante dos o tres años luego, roto con sorgo y más tarde vuelvo con el trigo y pasturas. De vez en cuando, cultivo avena y cebada que me proveen de granos para mi campo”. A fin de compensar la falta de fósforo y el balance de nutrientes, incorpora expeller de trigo a la alimentación de sus más de 600 animales, lo que elimina el uso de fertilizantes y de energías no renovables.

Esta visión implica un esfuerzo mayor en el que se debe tener en cuenta las múltiples variables de la naturaleza pero, resulta necesario y terminante para avanzar en el desafío de poner en valor la biodiversidad, explica Rodolfo Tula

Un modelo que mutó durante décadas, el modelo productivo de la región Pampeana se caracterizó por la alternancia entre agricultura y ganadería. Así, los ciclos agrícolas (extractivos y exportadores de nutrientes) se sucedían con ciclos ganaderos pastoriles que restituían al suelo buena parte de la materia orgánica y nitrogenada. Esto cambió de la mano de la lógica mercantilista y cortoplacista predominante de los últimos años,  así lo asegura Santiago Sarandón, referente en la materia de la Universidad Nacional de La Plata.

Rodolfo Tula va más allá y asegura que “el actual modelo productivo presenta signos de agotamiento y dependencia” al que se le suman costos ocultos entre los que destacó la degradación de las tierras, contaminación de las aguas, la expulsión de los productores del campo y la pérdida de la soberanía alimentaria y económica.

De acuerdo con Sarandón, “hay una marcada agriculturización en la región y se eliminó la alternancia entre ambas producciones con un fuerte incremento de las fertilizaciones. Y con ello, se provocó la desestabilización del sistema con el consecuente daño a los recursos naturales de la zona”. Para Tula, el caso de “La Aurora” es un claro ejemplo de que “hay alternativas de producción” en los que los nutrientes se reciclan continuamente y mantienen los suelos sanos y fértiles. Hay que repensar al ambiente como un todo complejo y autocontenido en el que interactúan muchos factores y no se producen desperdicios.

Fuente: INTA Informa

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