Importancia de las colecciones científicas en la documentación de la diversidad de la región andina

Lundi, 8 Avril, 2013 - 08:21

La región andina y en particular los andes norte han sido identificados como una de las regiones mas diversas del planeta. Su ubicación geográfica, su compleja historia geológica y las múltiples oportunidades de nicho que ofrecen los variados ambientes asociados a las zonas montañosas, desde sus piedemontes hasta sus páramos, son algunas de las condiciones que explican la exuberante manifestación de la vida en esta área del planeta.

Hablar de número de especies para referirnos a la diversidad biótica no es un misterio; pero, ¿nos hemos puesto a pensar sobre quiénes definen cuantas especies existen?, ¿cómo nos damos cuenta que una población de plantas o animales corresponden a una nueva especie?. La responsabilidad de hacer el inventario de la vida en el planeta y de eventualmente descubrir la existencia de nuevas especies, históricamente ha recaído sobre unos pocos individuos dedicados al estudio de la vida y sus procesos.

Es fácil imaginar el escenario típico del trabajo de los biólogos, auscultando la naturaleza en los páramos, valles, bosques y selvas del planeta con sus binoculares y libretas de campo; también es fácil imaginarlos en laboratorios observando en microscopios, pero algo que no es de conocimiento para la mayoría es que una porción importante del trabajo de los biólogos que se dedican a entender el proceso evolutivo que genera las nuevas especies ocurre al interior de las colecciones científicas de los museos de historia natural. Podría preguntarse, ¿por qué las nuevas especies se describen en museos? y la respuesta radica en el fundamento del método científico.

Cuando se describe una nueva especie, lo que técnicamente se hace es introducir una hipótesis sobre el grado de diferenciación de una población particular con respecto a poblaciones cercanamente relacionadas. Se asume que las diferencias observadas han sido producidas por efecto del proceso evolutivo de selección natural, el mismo que documentara Charles Darwin en su obra.

La verificación tanto del proceso que genera la divergencia, como de la eventual aparición de atributos únicos, lleva inherente el concepto de la comparación; la cual  solo es posible cuando se cuenta con muestras suficientes de la diversidad. Al ser las nuevas especies hipótesis, requieren de elementos que garanticen su falseamiento mediante la experimentación. Es así que los nombres que conocemos de las diferentes especies están asociados a material museológico, pieles, cráneos, esqueletos, muestras genéticas, que permiten la verificación de la hipótesis de independencia evolutiva del organismo en cuestión.

Independiente del tipo de evidencia analizada, son los museos los lugares donde como humanidad hemos decidido se salvaguarde la evidencia de la diversidad y por ende de los procesos que la explican. Son en este sentido los museos instituciones pensadas para servir el futuro, los especímenes depositados en las colecciones científicas son, muy tristemente en algunas ocasiones la única muestra que tenemos de especies ya extintas, o la única representación de la diversidad que existió en áreas arrasadas por el efecto del avance humano sobre los ambientes naturales.

Alguien podría argumentar que el hecho de preservar organismos en museos tiene un efecto sobre el equilibrio de la naturaleza, pero realmente el efecto es imperceptible cuando se le compara con efectos derivados de actividades como la minería, la tala, la agricultura, y la ganadería. Si en Colombia, por ejemplo, se hubiese permitido a los científicos colectar un solo espécimen por cada hectárea de bosque que se ha destruido para siempre, un solo individuo de la especie de mamífero que sea, tendríamos cientos de miles de especímenes depositados en colecciones científicas para su estudio, pues en Colombia se ha perdido unporcentaje considerable de la cobertura natural de sus bosques correspondiente a 700.000 ha (1990-2005); en contraste, resulta que la colección más grande de mamíferos del país, en el Instituto de Ciencias Naturales de la Universidad Nacional no sobrepasa los 20.000 especímenes. Es claro entonces que como producto de la pérdida de los ecosistemas naturales de manera masiva y sistemática hemos contribuido con la desaparición de millones de individuos, poblaciones enteras de especies que incluso nunca llegamos a conocer.

Hay otras preguntas que necesariamente se derivan de estas cifras, como por ejemplo: ¿Cuánta de la diversidad existente conocemos?.  El resultado, al tiempo que nos motiva también nos preocupa, pues la respuesta es que conocemos muy poco y aun hay muchas especies por ser descubiertas, pero la documentación de la diversidad biótica de la región es un trabajo que debe hacerse lo antes posible y contra reloj, pues los procesos de degradación de los ambientes naturales son acelerados. De la cobertura vegetal perdida por Colombia, su mayoría desapareció en los últimos 20 años. Si no sabemos qué tenemos, no sabremos qué proteger, ni cómo.

Otra pregunta obligada es si tenemos suficiente gente calificada para documentar la diversidad en los museos, y ahí la respuesta es también desalentadora. La complejidad del problema de describir la diversidad de países que como los andinos cuentan con ambientes tan contrastantes, en los que por seguro la evolución ha operado de maneras maravillosas, nos sobrepasa. Paradójicamente, la formación profesional de individuos en ciencia sigue siendo un lujo para nuestras sociedades y cuando se logran vencer los filtros de acceso a formación especializada, encontramos que las instituciones dedicadas a la documentación de la diversidad no cuentan con los recursos para garantizar un espacio laboral a estos científicos. Necesitamos científicos con herramientas técnicas que les permitan emprender una empresa tan compleja como es descifrar la diversidad de nuestra región. La situación se hace más preocupante cuando consideramos que en algunas ocasiones las legislaciones de nuestros países no siempre facilitan la ya difícil labor científica. En Colombia, el proceso de obtención de permisos para investigar la diversidad es "disuasivo", por no usar otro adjetivo, particularmente cuando la investigación requiere la utilización de evidencia genética. La obtención de permisos de investigación en Colombia no solo es excesivamente costosa sino que puede demorar años.

A pesar de los muchos obstáculos, seguimos en la tarea de investigar en pro de: primero, enseñar a los habitantes del planeta con qué maravillas de la vida contamos; y segundo, tratar de establecer un vínculo más efectivo entre conocimiento, bienestar social y equilibrio natural. Es importante entender que como especie, nosotros los humanos todo lo que tenemos lo hemos obtenido de la naturaleza, particularmente de copiar sus modelos; es así que cada especie puede entenderse como un libro de la gran biblioteca de la naturaleza que está ahí para ser leído, estudiado.

Esta nota sobre la importancia de las colecciones científicas ha sido motivada por el reciente descubrimiento de dos nuevas subespecies de primates desconocidas para la ciencia y emblemáticas de los ecosistemas andinos de Colombia: Lagothrix lugens defleri y L. l. sapiens. El descubrimiento de estos nuevos primates fue únicamente posible gracias a especímenes depositados en las colecciones científicas del Field Museum, en Chicago, EE.UU. y del Instituto de Ciencias Naturales de la Universidad Nacional de Colombia, en Bogotá. Los ejemplares utilizados en las descripciones de los nuevos monos fueron en su mayoría colectados en la década de 1950´s, y provienen de lugares donde estos primates fueron extirpados hace muchos años al ser los bosques originales arrasados por actividades antrópicas.

El género Lagothrix, descrito por el propio Barón Von Humboldt, deriva su nombre de los sufijos griegos “Lagos”=conejo y “thrichos”=pelo, que describe el pelaje denso y suave de estos primates, que a pesar de estar dentro de los representantes de mayor tamaño para le región neotropical, no sobrepasan el metro de altura; son primates grupales que forrajean por frutos, su principal alimento, en las copas de los árboles del piedemonte andino y los bosques de niebla.

Al ser nosotros también primates este descubrimiento adiciona páginas importantes  a nuestro álbum familiar; páginas cargadas de importantes entendimientos sobre como operamos como seres vivos; la plasticidad de nuestro genoma; y nuestra capacidad de respuesta a las variaciones ambientales.

Estos hallazgos son definitivamente un llamado de atención, no solo a nuestros gobernantes, personas a quienes hemos encargado la delicada tarea de escoger los mejores mecanismos para garantizar nuestro bienestar presente y el bienestar futuro de nuestros hijos, sino también un llamado a la conciencia de todos los habitantes de los países andinos a exigir la protección de su patrimonio más valioso: la naturaleza. Es importante que se fortalezcan los incentivos al trabajo de la documentación de la diversidad de la vida, que de los tesoros de nuestra región es uno de los que es irremplazable. 

 

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