Boom de la quinua desafía agricultura local
En la última edición de “Perspectivas Alimentarias”, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) augura que “en el futuro, la quinua podría jugar un papel más importante en el sistema alimentario global, dada su capacidad de adaptación a diferentes regiones agroecológicas y sus cualidades nutricionales superiores”.
Este milenario seudocereal andino ganó reciente popularidad mundial gracias a sus valores nutritivos. El gobierno de Bolivia, principal productor mundial, logró inclusive que las Naciones Unidas declararan 2013 como el Año Internacional de la Quinua.
En el informe publicado el 13 de junio, en antelación de la 38 conferencia bienal que se celebra en Roma, la FAO también estima que la demanda mundial continuará aumentando “con fuerza en los próximos años, impulsada principalmente por los países desarrollados, donde el gasto en alimentos naturales y más saludables es una tendencia al alza”.
El “grano de oro” es un alimento excepcional, con alto contenido de proteínas, superior al del arroz, el trigo y el maíz. También contiene ocho aminoácidos esenciales y elevadas cantidades de hierro, calcio, magnesio, potasio, fósforo y zinc. Se la digiere con facilidad, tiene poca grasa y está libre de gluten.
La creciente demanda mundial es una buena noticia alimentaria y económica. Pero revela perversidades típicas del mercado global de alimentos.
Según la oficina de estadísticas de la FAO, en el periodo 1992-2010 el área cosechada en los principales países productores –Bolivia, Perú y Ecuador— casi se duplicó, y entre 2005 y 2012 la producción se multiplicó por ocho.
Pero en contraste con la popularidad de la quinua entre consumidores de países industrializados, su consumo en la región andina continúa relativamente bajo, pues sufre el estigma de ser “comida de pobres”, como dijo Valeria Calamaro, activista por el comercio justo de la organización Altromercato.
El boom de la producción andina entraña varios desafíos.
Como su precio de exportación es elevado, desplaza a otras siembras locales, convirtiéndose en monocultivo en tierras montañosas y frágiles del oeste boliviano. También ha provocado una contracción de la ganadería de camélidos como la llama. Menos ganado significa menos estiércol, fertilizante orgánico de uso tradicional para preservar los suelos en esas regiones.
“Ante la alta demanda mundial de este alimento, las prácticas tradicionales han sido abandonadas”, dijo el agrónomo Vladimir Orsag, director del Programa de Investigación Estratégica de Bolivia y profesor de la Universidad Mayor de San Andrés.
“La frontera agrícola se amplía en las zonas planas, copando espacios destinados a la ganadería, que siempre fue una actividad complementaria para la agricultura”, añadió.
Esta dinámica no respeta los períodos de descanso de la tierra, “provocando erosión de suelos, una mayor mineralización y pérdida acelerada de materia orgánica, más incidencia de plagas y enfermedades en los cultivos y, por último, disminución de la fertilidad y productividad de los suelos”, describió Orsag desde La Paz, en entrevista telefónica con TerraViva.
En otras palabras, si la demanda internacional sigue en aumento, como prevé la FAO, el cultivo de la quinua no es sostenible en las condiciones actuales.
El gobierno de Bolivia tiene conciencia de estos problemas.
Por un lado, estimula el consumo interno, buscando cambiar los hábitos alimentarios de la población y, por otro, intenta recuperar las técnicas agrícolas más apropiadas.
Según cifras oficiales, del total de la producción nacional de 2012 (50.566 toneladas), solo 24 por ciento, unas 12.00 toneladas se destinó al consumo interno. El gobierno espera que se eleve a 20.000 toneladas este año.
El viceministro de Desarrollo Rural y Agropecuario, Víctor Hugo Vásquez Mamani, jefe de la delegación boliviana en la conferencia, admite que el boom de la quinua ha provocado erosión.
“Pero estamos recuperando las buenas prácticas agrícolas de nuestros antepasados”, dijo Vásquez Mamani en una entrevista con IPSTV. “Respetamos más los períodos de descanso de la tierra y practicamos lo que llamamos el complejo llama-quinua, para tener abonos agrícolas y mantener la riqueza de los suelos”.
En su opinión, aumento del precio internacional no es determinante del consumo interno. “Los bolivianos en el Altiplano beben mucha cerveza, que es más cara que la quinua. Además, el consumo interno ha crecido de manera proporcional al aumento de la producción y de las exportaciones”, sostuvo.
Las autoridades continúan estimulando el consumo. “Estoy convencido de que también comemos con los ojos. Para que la gente coma más quinua, tenemos que preparar los platos de una manera más apetitosa”, advirtió.
Fuente: IPS Noticias
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