La lenta recuperación de los lagos afectados por las cenizas el Puyehue

Viernes, 7 Junio, 2013 - 12:16

Por Fundación Agreste, corresponsal de InfoAndina

 

Luego de los efectos inmediatos que tuvo la erupción del volcán durante varios meses a finales de 2011, investigadores del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONICET) de Argentina analizaron el impacto a mediano y largo plazo de las cenizas en lagos, peces y microorganismos.

 

A más de un año y medio de la erupción del volcán Puyehue, diferentes grupos de investigación del Instituto de Investigaciones en Biodiversidad y Medioambiente (INIBIOMA, CONICET-Universidad Nacional del Comahue), encontraron que si bien las consecuencias en las poblaciones de peces son variables, el impacto de las cenizas es notable en los organismos más pequeños, que son la base de la cadena alimentaria.

 

De acuerdo con Esteban Balseiro, investigador principal del CONICET en el INIBIOMA, la lluvia de cenizas produjo diferentes efectos a distinta escala. “Cayó durante siete meses, pero para microorganismos como las bacterias, que tienen una vida corta, ese tiempo corresponde al ciclo de 60 generaciones, equivalente a 1.500 años de los humanos”, asegura el investigador.

 

Para analizar este fenómeno el equipo trabajó con muestras obtenidas en tres lagos de la región del Comahue: el Espejo, el Correntoso y el Nahuel Huapi, todos en la zona de Villa La Angostura.

 

Luego de la erupción la superficie de los tres lagos quedó cubierta de densa capa de piedra pómez. Pero además los investigadores observaron el ingreso de partículas microscópicas de ceniza en los lagos.

 

Los microorganismos que habitan esos lagos estaban acostumbrados a sobrevivir en condiciones de extrema luminosidad y baja disponibilidad de nutrientes, pero la ceniza volcánica cambió las condiciones del hábitat natural: el agua se volvió grisácea y disminuyó la exposición a las radiaciones ultravioletas.

 

Como consecuencia las poblaciones de organismos filtradores, semejantes al krill del océano, se redujeron drásticamente. Ingirieron las partículas que ingresaron al lago, y como eran del mismo tamaño que el alimento, se redujo su supervivencia y reproducción. Los investigadores señalan que dado que estos animales constituyen los eslabones intermedios de la cadena alimentaria, podrían esperarse algunos efectos en niveles superiores.

 

Por el efecto de arrastre que tienen las lluvias sobre las laderas montañosas, aún hoy los lagos reciben grandes cantidades de ceniza volcánica que prolongaría el impacto inicial. Por ello la importancia de realizar sucesivos análisis comparativos entre los lagos más y menos afectados, para contribuir a su recuperación. Los pronósticos indican que será necesario por lo menos un año más para la recuperación total de los ecosistemas y sus habitantes microscópicos.

 

En lo que respecta a peces, las cenizas tuvieron dos consecuencias diferentes. En las poblaciones nativas los efectos se manifestaron principalmente en el desalojo de los cardúmenes juveniles desde los refugios litorales más afectados hacia aguas abiertas con menor concentración de ceniza pero menos protegidas.

 

Las erupciones volcánicas de la Patagonia andina tienen un ciclo de entre 30 y 60 años y forman parte de esos ecosistemas. Por ello las especies autóctonas, como el puyen grande y la peladilla, están biológicamente adaptadas a la turbidez en las aguas que trae la caída de ceniza.

 

“Como los eventos volcánicos forman parte de la condición natural de la vida de esas especies, desarrollaron una visión poderosa en la oscuridad y branquias con mucha mucosidad que resisten el desgaste de la arenilla suspendida en las aguas”, explica Víctor Cussac, investigador principal del CONICET en el INIBIOMA.

 

Sin embargo las cenizas afectaron de forma diferente a las especies introducidas como los salmones y las truchas, ambas traídas a la región alrededor de 1904.

 

En el primer caso, como los salmónidos ponen los huevos bajo la grava en el lecho de los arroyos de montaña, el decantamiento de entre 5 y 40 centímetros de ceniza tapó esos nichos e impidió el desarrollo de los embriones. “Con el tiempo, al analizar las dinámicas de población en estos lagos veremos que falta alguna generación de peces por efecto de la ceniza volcánica”, agrega el investigador.

 

De las especies introducidas en esos ecosistemas lacustres, la trucha marrón es la que más se alimenta de peces pequeños como los puyenes autóctonos. “El desalojo de los salmónidos juveniles hacia los lagos posiblemente favoreció a estos depredadores”, explica Cussac.

 

A pesar de esto, la trucha arcoiris de criadero no tuvo tanta suerte. Normalmente comen alimento peletizado, similar al de las mascotas domésticas, pero con la erupción del Puyehue la caída de piedra pómez sorprendió a esta especie introducida, que confundió las precipitaciones con su alimento. Lo mismo sucedió con aquellos ejemplares que habían escapado del criadero. “De alguna forma esto benefició a los nativos, porque ya están adaptados al volcán. Luego durante las sucesivas capturas en el embalse Alicura, donde confluyen en Nahuel Huapi y el Limay encontramos más abundancia de percas y menos truchas arco iris escapadas”, señala Cussac.

 

Esta investigación fue parcialmente financiada por el Programa Científico-Tecnológico de Apoyo a la Emergencia por la Erupción del Volcán Puyehue Cordón-Caulle (PROEVO) del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva de la Nación.

 

 

Fuente: CONICET (Archivo)

 

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